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Marta García

29/06/15

Agricultura ecológica, ¿moda o necesidad?

Tras la finalización de las dos guerras mundiales, grandes cantidades de productos y subproductos excedentes de la fabricación de explosivos y materiales desarrollados en la industria de la guerra química, encontraron una aplicación en la agricultura en forma de fertilizantes, herbicidas y biocidas de todas clases, dando lugar a una importante mejora de las productividades que, sin duda, facilitaron la recuperación económica y social de las economías de los países afectados por las contiendas. El impulso de las nuevas tecnologías a través de la llamada Revolución Verde también supuso la posibilidad de reducir el empleo de mano de obra a favor de una mayor mecanización y una alta utilización de inputs o factores de producción.

Es a raíz del conocimiento de las consecuencias a medio y largo plazo sobre el ambiente, las aguas y los seres vivos, de algunos productos concretos usados en la agricultura como el DDT o los nitratos, y de numerosos desastres de tipo ambiental como la fusión de la central nuclear ucraniana de Chernobil, cuando saltan a la opinión pública estos problemas. Concretamente otro episodio bélico, el que enfrentó a los países árabes con el estado de Israel, fue el que desencadenó en 1973 la primera crisis energética, y a partir de entonces la humanidad empezó a cuestionarse si el modelo de desarrollo instaurado era el más adecuado para no labrarse su propio fin.

En los últimos años, la dependencia de la agricultura a las coyunturas políticas y económicas ha condicionado también la rentabilidad de las explotaciones agrarias con decisiones tomadas a miles de kilómetros de las mismas y por personas que, en muchas ocasiones, no están suficientemente cualificadas o informadas. A veces incluso, se puede percibir que determinados sectores de la sociedad no quieren hacerse eco de la realidad y del papel ambiental que este sector desempeña. En consecuencia, el fenómeno de la globalización que persigue simplificar y uniformar las costumbres y los recursos de los pueblos se ha trasladado también a la producción agraria, en contra del concepto de biodiversidad gracias al cual se mantienen los ecosistemas y las cadenas alimenticias de las que depende la subsistencia de todas las especies.

Por suerte, la influencia de la agricultura en el medio ambiente ha dejado de ser una cuestión que preocupe exclusivamente a ciertos especialistas. La propia Unión Europea en sus últimas propuestas legislativas como la PAC o los Planes de Desarrollo Regional propone medidas que permitan la regeneración de los medios productivos hacia un modelo sostenible de agricultura.

La producción ecológica como tal es el único medio de producción agrícola y ganadero amparado por un Reglamento Comunitario, lo que otorga a los productos obtenidos y comercializados bajo el logotipo comunitario la total garantía para el consumidor en lo relativo al cumplimiento de las normas que en él se indican.

Según el propio Reglamento Comunitario, la producción ecológica se fundamenta en:

• Mantener y aumentar la fertilidad del suelo, fomentando medidas que eviten su erosión.

• La prohibición del empleo de productos químicos de síntesis en todo el proceso productivo tanto de alimentos vegetales como ganaderos y derivados cárnicos (fertilizantes, plaguicidas, antibióticos, etc.).

• Asegurar un sistema viable de gestión de la agricultura y la ganadería que respete los sistemas y los ciclos naturales y preserve y mejore la salud del suelo, el agua, las plantas, los animales y el equilibrio entre ellos

• Contribuir a alcanzar un alto grado de biodiversidad y hacer un uso responsable de la energía y de los recursos naturales.

• Producir alimentos de alta calidad, con todas sus propiedades originales, que respondan a la demanda de los consumidores. En este punto y con objeto de garantizar a los consumidores la transparencia en el mercado comunitario, el logotipo europeo es obligatorio en todos los alimentos ecológicos envasados producidos en la Comunidad y acogidos al Reglamento.

• En el área ganadera, cumplir rigurosas normas de bienestar animal y responder a las necesidades de comportamiento propias de cada especie.

• Utilizar fundamentalmente los recursos renovables integrados en los sistemas agrícolas locales, reciclando los residuos y los subproductos de origen vegetal y animal e incorporándolos a la tierra.

La biotecnología transgénica y la utilización de Organismos Modificados Genéticamente (O.G.M.) queda excluida específicamente de la producción ecológica.

Asimismo, la agricultura ecológica fomenta el uso de las variedades locales, material vegetal de valor insustituible, parte del patrimonio y de la identidad de cada pueblo que, por su mayor adaptación a las condiciones propias de cada zona, requieren una menor cantidad de insumos para alcanzar producciones de calidad. En este sentido, el grupo de investigación Acciones Sostenibles en Agricultura de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real (Universidad de Castilla-La Mancha) lleva trabajando en esta línea desde el año 2003, y hasta la fecha ha podido recuperar y conservar más de 900 variedades locales, la mayor parte de especies hortícolas, promoviendo su cultivo y consumo entre agricultores y agrupaciones de consumidores locales.

Es importante destacar el papel de este sistema productivo en la mitigación de emisiones de gases con efecto invernadero (GEIs) y, por tanto, del calentamiento global de la tierra y el consecuente cambio climático. Los principales GEIs son el dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O) y gases fluorados. La concentración en la atmósfera de CO2, gas que supone más del 80% del total, está aumentando progresivamente debido en su mayor parte a la quema de combustibles fósiles y a la deforestación. En este sentido, la agricultura es la principal fuente de emisión de CH4 y N2O, y en menor medida, aunque también en altas tasas, de CO2, siendo la producción de todos estos gases muy superior en aquellos sistemas que utilizan prácticas agrícolas y ganaderas intensivas (mayores emisiones de metano en explotaciones ganaderas intensivas, óxido nitroso procedente de abonos químicos nitrogenados, etc.). Además, los sistemas de producción ecológicos, al promover técnicas de cultivo que incrementan la materia orgánica del suelo y, por tanto, almacenan o “secuestran” el carbono, dificultando que pase a la atmósfera como gas CO2, contribuyen a mitigar el cambio climático.

En los últimos años, la producción ecológica se ha implantado en la sociedad de forma patente, consiguiendo en muchos países un volumen de producción y consumo que alcanza porcentajes significativos. Paralelamente, se están desarrollando sistemas de distribución propios, en unos casos a través de canales cortos (tiendas especializadas o distribución directa), y en otros, integrándose en los medios de distribución tradicionales de medianas y grandes superficies con secciones específicas.

La importancia de la producción ecológica se refleja en las estadísticas (las últimas de 2013) del Ministerio de Agricultura Alimentación y Medio Ambiente:

* En Castilla-La Mancha, la superficie de terrenos acogidos a este sistema productivo, incluyendo fincas certificadas y en trámite de hacerlo, es de 290.423 ha, lo que supone el 18% del total nacional.

* Es la primera región en cuanto a superficie de tierras arables con 100.000 ha (principalmente cereales), la segunda en cultivos permanentes (128.000 ha dedicadas especialmente a viñedo y olivar, de las cuales en torno a 40.000 ha se encuentran en la provincia de Ciudad Real) y la cuarta en frutas y hortalizas (436 ha).

* En cuanto a la población ocupada en este sector, Castilla–La Mancha es la segunda región en número de productores ecológicos (6.700), de los cuales en torno a 2.000 se encuentran en Ciudad Real. El mundo ganadero ecológico en nuestra región se encuentra representado por un total de 273 ganaderías, especialmente de ovino y vacuno.

Lejos de constituir una moda pasajera, la agricultura ecológica ha llegado para quedarse, constituyendo un sector en auge que se abre camino en la sociedad, y cuyas actuaciones contribuyen a contrarrestar efectos tan devastadores como el cambio climático, el desempleo o la falta de alimentos, como así queda reconocido a nivel mundial por instituciones como la FAO.

Producir y consumir alimentos ecológicos, un valor presente para asegurar el futuro.