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Miguel HGL

22/05/14

“La agricultura intensiva tiene fecha de caducidad”

SEAE nació hace 22 años con el fin de integrar a todos los actores implicados en la producción ecológica y la agroecología. En aquel momento aglutinaba a científicos, investigadores, que trabajaban en los temas de protección vegetal. Pero en la base estaban los productores, algo que una sociedad científica como tal no tiene, porque todos los socios sus miembros pertenecen a un estatus académico. Pero en SEAE hay empresas, investigadores, técnicos, consumidores, todos vinculados al sector de la producción ecológica. Un espectro social total en el que nadie se queda fuera, porque para mí no hay mejor investigación que la del agricultor a través de la observación y la práctica diaria. Por tanto, la conexión con los agricultores es vital desde el punto de vista científico.

En qué etapas se produjo la transición de la agricultura tradicional a la agricultura intensiva, en Occidente.

Es una consecuencia de la Segunda Guerra mundial. Los abastecimientos de alimentos se multiplican, la intensificación entra en el sistema productivo agrícola. Técnicamente se conoce como la “Revolución Verde”. Se magnifica la producción agrícola y ganadera a través de la selección de variedades muy productivas, algo que hoy está en entredicho. La intensificación de los suelos con el empleo de fertilizantes químicos de síntesis, y sobre todo el uso de los plaguicidas en general, mal llamados fitosanitarios en el entorno español.

“La Primavera Silenciosa”, un libro de Rachel L. Carson hacia el ochenta y algo, es el primer documento donde se pone de manifiesto que el empleo de estas sustancias químicas se ha convertido en una agresión a la naturaleza. Ya se tiene constancia de la repercusión de las sustancias químicas. Hay que tener claro que los herbicidas, los insecticidas, son subproductos de la guerra. En la guerra se ensayan defoliantes de las masas boscosas y de selvas, y eso repercute en el desarrollo de los pesticidas y herbicidas.

¿La revolución industrial del siglo XIX no afectó entonces tanto a la agricultura?

No. Sobre todo porque se desconocían los procedimientos químicos de síntesis, que son los que a principios del XX se materializan y se optimizan en la industria. El final del XIX nos lleva al conocimiento de algunos elementos químicos que tienen una acción muy directa sobre el sistema productivo. Por ejemplo, se empieza a conocer el nitrógeno y su función en la fertilidad y en la síntesis de moléculas muy importantes para la vida. Pero eso son avances pequeños. El proceso industrial es el que se desarrolla a partir del siglo XX como consecuencia de las guerras.

La conciencia agroecológica, que parece ser muy joven, una generación, ¿procede solo de la conciencia ecológica o tiene más fuentes?

Tiene más fuentes. El entorno es más holístico. No se fundamenta sólo en la técnica. Es más global. El tema de la concienciación aparece de forma gradual en algunos países y de forma casi impositiva en otros. Hubo países donde la pérdida que sufrieron durante la guerra mundial les llevó a un mantenimiento de los valores, como Alemania. La agricultura ecológica tiene una base fundamental en Alemania, con los movimientos de Rudolf Steiner, y ahí se crea un caldo de cultivo muy interesante que luego se proyecta y multiplica con amplitud. No se entiende solo como un método de sustitución de una agricultura intensiva por otra más respetuosa. No, esto está inscrito en una serie de experiencias y conceptos globales con mayor concienciación hacia los efectos del medio ambiente, pero también hacia el de la persona. Empiezan determinadas técnicas que dieron lugar a un desarrollo de las normativas que nos rigen en la actualidad.

La agroecología es la ciencia que aúna tanto el concepto y la praxis técnica como también el movimiento filosófico. La infraestructura de Latinoamérica, compuesta por un enorme número de pequeños campesinos que cultivan según la tradición, y la agricultura intensiva de las grandes superficies dominadas por las grandes compañías, lleva a modelos muy extremistas. El movimiento agroecológico se posiciona por el sistema productivo y también por el apoyo a la agricultura de tradición, el mantenimiento de las variedades tradicionales campesinas, y toda una serie de conceptos que no son sólo productivos, sino algo más. La agroecología como tal está muy extendida en Latinoamérica, y es un concepto que aquí está costando más de entender. Aquí, el concepto de agricultura ecológica viene marcado por una normativa europea.

¿Qué semejanzas y que diferencias hay entre la agroecología y la agricultura tradicional previa a la “Revolución Verde”?

Muy poquitas. Porque la “Revolución Verde” introduce tremendas novedades: la explotación industrial de las grandes superficies, los monocultivos, el uso de sustancias químicas, el empleo de la maquinaria en el sistema de producción agrícola, la intensificación de la producción ganadera, que significa estabular la ganadería, meter a los animales en la granjas, y que dejen de pastar, de andar, de circular, sin respetar sus ciclos de vida, porque a través de las hormonas y de las sustancias que pueden alterar determinados mecanismos, por ejemplo, la lactancia de una vaca, se hace que la producción de leche en lugar de durar cuatro meses dure nueve, y tenemos a la vaca intensificada dando leche… Pues todo eso no existía antes de esa revolución.

La producción ganadera se realizaba de forma muy diversa, acoplada con el sistema vegetal, reutilizando todos los recursos de proximidad, tanto los estiércoles como los residuos de cosecha, y también a la hora de distribución y circulación de esos alimentos se funcionaba con la proximidad. Proximidad es, por ejemplo, que Madrid no es zona productora de arroz, y necesita el arroz que se produce en el Levante. A mí me han contado agricultores muy mayores que de Valencia salían los carros tirados por mulas, descargaban el arroz en Madrid, y volvían llenos de cereal, principalmente de trigo. Aprovechaban esa proximidad entendida como el intercambio de recursos entre las zonas productoras especializadas. De donde no venía el trigo, la soja o el maíz era de Argentina.

El descubrimiento del petróleo es uno de los factores que más influye en el tema de la industrialización en general. De manera directa llega al modelo agrícola un poco más tarde. Pero de manera previa interviene en el modelo, porque solamente con el petróleo y sus derivados es como se genera la industria de los plaguicidas o la industria de la síntesis del nitrógeno. Los famosos nitratos de Chile no eran más que minerales en forma de nitratos, obtenidos de las extracciones geológicas, y que llegaban aquí como minerales. Pero cuando el nitrógeno se sintetiza a través del ciclo Haber-Bosch, esa producción se magnifica.

También hay que destacar que los objetivos después de la guerra eran la disponibilidad perentoria de alimentos. Cuando hay un conflicto civil, lo primero que desaparece es la agricultura y la ganadería: todos los recursos que están relacionados con el suministro de alimentos. También se desarrollan otros artilugios para poder tener el alimento de proximidad, pero lo primero afectado es la agricultura y la ganadería a gran escala, el hombre se dedica a la guerra, y la mujer, a salvar a los hijos.

Cuando el objetivo es la producción intensiva de alimentos, los costes que genera la producción química que son muy altos, y entran en juego las subvenciones. Y no se subvenciona el kilo de patatas, sino la industria química que genera los productos; y eso hasta hace dos días. ¿Por qué los fertilizantes eran tan baratos, si requieren un proceso químico con un consumo energético alto? Se subvencionaba porque su uso era la producción de alimentos.

El libre comercio ha hecho que esas subvenciones a la industria para la producción de nitrógeno hayan desaparecido. Puedes obtener un recurso económico solo a través del trapicheo.

¿La agricultura intensiva tiene fecha de caducidad?

Hay quien apunta que sí. Esta semana [la primera del mes de abril] nos hemos merendado con un informe internacional aterrador sobre el cambio climático. Se ha puesto de manifiesto que el modelo actual es caduco. Y tenemos informes de Naciones Unidas que lo confirman. Tenemos un relator para el tema de derechos alimentarios, Olivier de Schutter, que ha realizado estudios, y pone de manifiesto que el único sistema capaz de producir alimentos sin tener repercusiones negativas es el modelo agroecológico, e insta a a los estados a que lo adopten. Con el modelo intensivo, la ingesta de energía para la tracción de la maquinaria, para toda la industria que genera es elevadísima. Y luego está el gasto por la descontaminación de aguas, no realizada en todos los casos. Sin embargo, lo más importante son los efectos de las sustancias químicas en la salud . La inversión en sanidad es altísima, y a veces no se sabe dónde está el origen que causa que haya tantos niños con alto nivel de alergias, o que una persona aparentemente sana de repente hace “plaf”, o se convierte en un enfermo crónico. Todo eso significa un coste muy alto para la sanidad pública.

¿Y cómo es posible que a los promotores, inversores, y beneficiarios de la agricultura intensiva todo esto les importe un comino?

Porque hay muchos intereses. No es casual que determinados alimentos estén cotizando en bolsa. Es especulación pura y dura. No es otra cosa. Hace una semana contaban en una jornada de Madrid que se había cortado el suministro de azúcar por una especulación de origen desconocido, aunque las consecuencias estaban muy claras. La industria pastelera estaba desabastecida, y estaban acobardados. Era en España, pero el problema, por razones que desconozco, se originó en Portugal, quizá es donde se centraliza el comercio y distribución de azúcar de caña de Brasil. Se cortó el suministro, y durante una semana hubo una tensión tremenda. No se sabía si es que iba a pegar una subida, si había un problema de contaminación… Y todavía no se sabe. Estos paréntesis los sufrimos la población, porque estamos abocados a que alguien controle nuestra alimentación, estamos abocados a que hagan con nosotros lo que quieran. Si en lugar de azúcar es otra cosa sustitutiva, lo podrían hacer. La gran manipulación de los alimentos se centra en cuatro firmas, y eso es un poder demasiado alto para jugar con la población. Los intereses son tremendos, porque esos cuatro obtienen beneficios altísimos. Hay muchos produciendo por debajo, pero los beneficios funcionan como en una pirámide, cada nivel repercute sus beneficios sobre el nivel superior, y el que está en la cúspide se pone las botas en algo tan importante como es la alimentación.

¿La agricultura ecológica puede sustituir a la agricultura intensiva, sin variar mucho los grandes canales de distribución y los hábitos de consumo: grandes superficies, supermercados, etc.? En otras palabras, ¿pueden las grandes multinacionales seguir siéndolo pero “convertidas” al sostenimiento agrícola.

Asistimos a un momento donde eso está ocurriendo, y lo estamos viendo. En determinados comercios, que no imaginábamos capaces de interesarse por el asunto, encontramos productos ecológicos; determinadas marcas están entrando en el producto ecológico, marcas que jamás habríamos pensado que se interesaran por un método respetuoso. Ya hay cambio en el modelo. Si me preguntas si éticamente me parece bien… la respuesta es que vamos a circular a tres o cuatro velocidades. No vamos a poder evitar que eso ocurra, que las grandes marcas, las líneas de distribución, el café ecológico venga del Peru, Colombia o Brasil sin que sepamos realmente si los sistemas de respeto hacia el campesinado se cumplen… no lo vamos a saber. Vamos a encontrar un café certificado ecológico. ¿Implicaciones éticas? De momento sabemos que si está certificado como ecológico, al menos han tenido que cumplir una normativa de no utilización de sustancias químicas. Y por otro lado, otra velocidad agrícola: desde el modelo del autoconsumo hasta el de proximidad, a través de grupos de consumo, alianzas con los agricultores. Esto también se está produciendo, y es un movimiento que se va a hacer más grande.

Existe un estereotipo del ecoagricultor que le identifica con el hippy de los años sesenta y setenta del siglo XX: despreocupado, desaliñado, al margen del sistema y del consumo…

Si nos remontamos a los orígenes en Europa, el movimiento alternativo, el movimiento hippy, de repulsa hacia lo socialmente pernicioso, se vincula a la producción ecológica. Eso es una realidad. Grupos de personas que se establecen en comunas, que comparten todo el modelo y tiene un origen y una razón. Realmente a ellos les debemos mucho, porque de no haber sido por este movimiento que abre los ojos un día y dice, “pues yo no quiero seguir la corriente consumista a la que me está llevando el modelo capitalista”, y se van a otro planteamiento de vida basado en la alimentación, no habríamos llegado a donde estamos. Eso también está ahí. Pero alrededor de ese origen se van creando los gérmenes de consumo, de necesidad, de alerta ante determinadas enfermedades. La crisis de las vacas locas generó mucha tinta, y ha habido un antes y un después. Ahí es donde entran muchas grandes superficies. En el momento actual habrá quien viva en forma comunitaria, para quien la agricultura ecológica sea una forma de vida, que la persona ha adoptado libremente como modelo de vida. Pero también está quien emplea la agricultura ecológica como un sistema para producir alimentos de calidad que puedan llegar a los mercados que hoy en día demandan ese producto; y por supuesto son empresarios, empresarios significa que buscan una rentabilidad económica, pero también la rentabilidad social y medioambiental, porque su conciencia la tienen muy clara. Yo he tenido conversaciones con empresarios de este tipo, y me sorprende gratamente encontrarme con una filosofía de vida, un respeto hacia el otro; un empresario del capitalismo puro no piensa en el otro, sólo en la rentabilidad, en el lucro. Esta conciencia más abierta, más social sí está en el empresario ecológico. Es una alternativa productiva, ¿por qué no? Yo prefiero que un productor exporte sus naranjas ecológicas a Alemania, a que se le queden en el campo y tenga problemas de abandono, de riesgo económico… Todos sabemos los problemas que tiene comercializar la naranja convencional; pues antes de que se te quede en el campo, si hay una demanda de naranja ecológica en el mercado, que la hay, por qué no utilizar el mercado.

Todos hemos escuchado quejas sobre la formación universitaria y la formación profesional agrícola en España ¿Está presa, como dicen algunos, de los intereses y de la fuerza de los hábitos de la agricultura intensiva? ¿Por qué a los políticos les cuesta aceptar que la formación agroecológica es necesaria, aunque aseguran que todo lo que se haga por la sostenibilidad es bueno?

Escuelas de capacitación agraria tenemos. Es verdad que alguna se ha cerrado. Pero hay un efecto muy singular. En los años del boom inmobiliario, del ladrillo, las escuelas de capacitación agraria bajaron su número de alumnos. Y algunas estuvieron a un tris del cierre, porque el número de alumnos no daba para el mantenimiento de una estructura académica.

Pero curiosamente eso se ha invertido. Llevamos tres años seguidos en que las escuelas de formación de módulos de capacitación agrícola han subido al máximo de alumnos por aula. Eso se ha producido como consecuencia de la crisis. Los chavales se han dado cuenta que la salida más rentable es aquella que nunca ha bajado de forma drástica, la que se ha mantenido. Son chicos que a lo mejor mantienen tierras de sus padres o de sus abuelos, y ven que con algo de formación pueden explotarlas con viabilidad.

El tema de la formación en agroecología es una lucha que capitaneó SEAE. Es cierto que a nivel universitario tenemos lo que tenemos. A nivel de formación profesional, sí entramos en una batalla de primera mano, que se ganó. El módulo agroecológico existe como formación profesional en España. El plan de estudios lo aprobó el ministerio de Educación y se puso en marcha hace cinco años, y funciona en Catarroja y en Nules.

¿Y qué hay de las quejas que se lanzan sobre la falta de sentido práctico de los estudios?

Puede ocurrir que no existan profesores formados. Cuando te encuentras con un plan de estudios con determinadas temáticas, y el estudiante lo ve con una ilusión muy grande, pero el profesor que imparte la materia no está formado en ella, se produce un choque, una decepción. Pero me consta que se están incorporando profesorado joven, con otro nivel de formación en temas agroecológicos, y que eso puede hacer que se dinamice la enseñanza.

En Europa esto es diferente.Tenemos formación universitaria en agricultura ecológica, y desde hace al menos 10 años, como la de Wareningen en Holanda, un país que tenía muy clara la apuesta agroecológica. En Alemania, en Austria, y también en Suiza… En España, como la formación universitaria está tan atomizada, incluso a nivel autonómico, cada cual puede formar en esas líneas. Yo creo que es un error que siendo España el primer país productor de agroecología no tengamos una formación universitaria con fundamento práctico, técnico en esa línea. Hay grandes profesionales de la formación y de la investigación que podrían cumplir una labor docente. Pero eso requiere una voluntad política. En España, estudios de grado universitario agroecologico no existen. Tenemos un máster oficial en agricultura y ganadería ecológica que se imparte en la Universidad Internacional de Andalucía, en la sede Antonio Machado en Baeza. Luego hay otro máster oficial acreditado por Aneca, al agencia de calidad universitaria, en la universidad Miguel Hernández de Orihuela, en agroecología y turismo rural. Luego tenemos un máster no oficial muy histórico, el primero que se implantó en España, de la Universidad de Barcelona, y cuenta con mucho prestigio. No es oficial porque hoy en día a los directivos del máster no les interesa, pero si se lo propusieran lo conseguirían.