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Irene Campos

24/11/14

El sector citrícola español: un ejemplo a seguir

Casi una de cada cinco naranjas que traspasan fronteras es valenciana. La Comunitat Valenciana es la región del mundo con mayor porcentaje de exportación de cítricos en el volumen de negocio internacional, ya que representa más del 18% del movimiento mundial, lo que supone duplicar a países que son competencia directa de España como Sudáfrica y Turquía. Pero además nos hemos convertido en una gran potencia mundial en investigación en cítricos y lideramos proyectos como el desarrollo del ADN que marcará un antes y un después en la citricultura del siglo XXI.

Que hace un año, en plena crisis y con los recortes, un grupo de científicos valencianos logrará, en el marco del proyecto Citrusgenn, secuenciar el genoma de los cítricos es toda una hazaña dado el potencial de mejoras a introducir en el sector. Pero quizás pese a lo importante del hallazgo me quedo con ese otro gen emprendedor capaz de superar las adversidades y marcar el camino a seguir que desde hace décadas representa el sector citrícola.

Los cítricos son motor de empleo y riqueza, nadie lo duda. Pero además nos han situado en el liderazgo mundial de la fruta más preciada y que más se consume y produce en el mundo. Y para ser líderes en un mercado tan globalizado no basta con ser bueno en casi todo, hay que ser los mejores en todo, demostrando capacidades logísticas y un trabajo de equipo difícilmente igualable.

Que en los tiempos que corren tengamos los mejores agricultores, los más sabios investigadores, las más grandes cooperativas y la más compleja logística habla mucho a favor de un sector que está diciendo en este país, que se puede, si se quiere, sumando esfuerzos, voluntades, compromisos siendo cada día el mejor en su sitio, sabiendo que nuestro éxito es el éxito compartido.

Y para ello hay que ser de otra pasta. Así lo demuestran los miles cooperativistas que palmo a palmo han convertido esta tierra en un Edén perfumado de azahar. Que han logrado crear la más importante empresa de Europa en el comercio de frutas, que sus ahorros generaron la red de cajas rurales más importante de España. Que su comercio configuró la flota más poderosa de transporte internacional. Podríamos hablar del milagro de los cítricos, pero es mejor dejarlo en lo que el esfuerzo compartido de una sociedad que consigue aquello que se propone.

No hace ni doscientos años que desde el castillo de Sagunto o el de Alcira se vislumbraba una tierra seca, apenas cubierta de viñedos que fueron dando paso a ese espíritu fenicio de nuestros citricultores.

Hace unos meses asistía a un curso de informática, que impartía uno de los mejores programadores valencianos cuyo prestigio en el diseño de bases de datos a nivel mundial dejaría boquiabiertos a los de la NASA. Pues, el prodigio del que les hablo había estudiado en la UPV y trabajaba en una gran cooperativa valenciana y su padre era agricultor.

Les cuento la anécdota, porque mientras unos se empeñan en poner trabas a los jóvenes talentosos a base de recortes, el sector citrícola valenciano nutre sus cooperativas, en sus centros de investigación, en la logística, de talento y de futuro. Ya podemos saber el ADN de las naranjas, como también su trazabilidad, su origen y destino, las variedades más exquisitas y sobre todas las cosas, la sabiduría, la entrega, el buen hacer de nuestros agricultores que atesoran un pacto secreto con la naturaleza para ofrecer los mejores frutos.

Que una de cada cinco naranjas que traspasa fronteras sea valenciana no solo nos hace ser líderes en uno de esos rankings de papel cuché. Es la voluntad de que es posible conseguir lo que nos propongamos y va siendo hora de que lo intentemos en otros sectores, en otros productos y hasta en la vida pública. Porque al esfuerzo, hay que sumarle la honestidad y la vocación de lo bien hecho como bien sabe hacer el sector citrícola.

Los cítricos valencianos abren caminos y mercados que deberían ser explorados por otros productos. Así ha sido para un buen número de industrias que progresaron siguiendo las rutas de la naranja pero a veces, en algunos casos, olvidaron alimentar el progreso con investigación y desarrollo. Me dirán que I+D puede haber en una naranja. Lo hay, a raudales. En el control de plagas, en las mejoras varietales, en la optimización de recursos, en la eficiencia de las plantaciones, del trabajo colectivo y en una logística que permite conquistar el mundo.

Seamos pues conscientes de la importancia de la citricultura, de nuestra citricultura, sobre la que se asienta el progreso de la sociedad y el futuro de nuestros hijos y demos las gracias a tanto esfuerzo consumiendo el mejor aliado para nuestra salud. Que aproveche.