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Miguel HGL

25/09/12

La agricultura de conservación, una práctica alternativa, beneficiosa y sostenible

Según la FAO dentro de 30 años necesitaremos incrementar un 60% mas la producción de alimentos para mantener las necesidades nutricionales de todos los seres humanos. Para la FAO la solución está en mejorar la productividad agrícola y el aprovechamiento del agua y propone mediante la utilización

de la mejora genética de plantas, incrementar la fertilidad del suelo y la aplicación de nuevas técnicas agrícolas que mejoren la utilización de agua.

En cuanto a esas nuevas técnicas agrícolas, investigadores del Departamento de Medioambiente del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), están trabajando en varios proyectos de investigación financiados por el Plan Nacional de I+D+I cuyos objetivos, entre otros, son comparar la influencia de diferentes sistemas de laboreo sobre la producción de diferentes cultivos, la eficiencia en el uso del agua, y los beneficios sobre la calidad del suelo.

La finca La Canaleja del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, en Alcalá de Henares, está dividida en parcelas experimentales en donde los científicos del INIA comparan tres sistemas de laboreo: LABOREO TRADICIONAL en el que la preparación de la siembra se realiza mediante un pase de vertedera (20-30 cm de profundidad), MÍNIMO LABOREO en el que las labores consisten en un paso de chisel (15 cm de profundidad) y NO LABOREO en el que la siembra se realiza en forma directa. Esta zona se caracteriza por un clima mediterráneo seco o semiárido.

Los resultados de la investigación de estos últimos años atribuyen mas ventajas a la agricultura de conservación, frente al sistema de labranza tradicional ya que se observa un aumento significativo la materia orgánica en el suelo y por tanto todos los beneficios que esto representa (mayor cantidad de nutrientes, mayor humedad, disminución de las emisiones de CO2 del suelo a la atmósfera, mejora de la estructura del suelo, menor erosión, etc.).

Otra ventaja significativa, es el ahorro que supone este tipo de práctica tanto en combustible como en mano de obra.

El "no laboreo", según Jose Luis Tenorio, investigador del INIA, es el sistema más apropiado allí donde el agua es un factor limitante, pues no sólo retiene mas humedad, sino que la mantiene precisamente cuando más lo necesitan los cereales.

El laboreo es un conjunto de operaciones que el agricultor realiza para que un cultivo implantado en unas condiciones adversas pueda evolucionar favorablemente hacia su recolección con los mejores resultados posibles. Estas operaciones están encaminadas, en un principio, a destruir la vegetación presente y controlar las malas hierbas para conseguir un aceptable desarrollo de los cultivos.

Hasta bien entrado el siglo XX, las operaciones básicas de los agricultores eran exclusivamente dos: arar (arado romano) y estercolar.

El predominio del arado romano ha sido el que ha predominado casi exclusivamente durante 20 siglos. El arado romano es un apero que solo remueva la zona más superficial del suelo, por lo que el perfil del suelo ha permanecido prácticamente inalterado hasta el siglo pasado, o más certeramente hasta que apareció el arado de vertedera.

Este tipo de arado supuso una gran revolución porque permite un laboreo profundo, que produce una inversión del suelo. Por lo que permite por un lado que los residuos y las malas hierbas queden perfectamente enterrados pero por otro se aumenta la mineralización de la materia orgánica del suelo y se incrementa el riesgo de erosión.

Además, los investigadores del INIA han realizado distintos trabajos relacionados con la rotación de cultivo y en concreto en el barbecho, los resultados obtenidos, según la Dra. Ingrid Walter, han demostrado que el barbecho no es beneficioso en la zona donde se han realizado los estudios, ya que no se aprecia diferencias significativas en los rendimientos, en la calidad del suelo ni en la eficacia del uso del agua.