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Miguel Lorenzo

12/03/12

La ONU ve en el agua el único vector de solución a todas las crisis mundiales

El documento, articulado en torno a la "Gestión de los recursos hídricos en condiciones de incertidumbre y riesgo", llama a los gobiernos y actores con capacidad de decisión a no quedarse paralizados por la dificultad de hacer previsiones y les invita a cooperar para minimizar los efectos de su escasez a largo plazo.

Recopilando el trabajo de 28 miembros y socios del mecanismo interinstitucional ONU-Agua, destaca que la experiencia histórica ya no es suficiente para predecir los cambios, pero deja claro que el agua, esencial en la producción energética, industrial o agrícola, "es el único medio por el cual las grandes crisis globales pueden abordarse conjuntamente".

Sus autores lamentan que poco haya cambiado desde su última edición en 2009 y que todavía haya unos 1.000 millones de personas sin acceso a fuentes mejoradas de agua potable, unos 1.400 millones sin electricidad en sus hogares y casi 1.000 millones que sufren malnutrición.

"Lo que ha cambiado es la velocidad a la que están interconectadas las crisis. Por ejemplo, la sequía en Rusia en 2006 que le hizo suspender sus exportaciones de trigo está relacionada con la duplicación de su precio mundialmente, identificado como uno de los elementos que desencadenaron las revueltas" en los países árabes, explica a EFE uno de sus actores, Richard Connor.

El informe, auspiciado por la UNESCO, subraya que la demanda de agua parte principalmente de la agricultura (70 %), la producción energética, la industria y el consumo humano, y da por hecho que el incremento de esos factores añadirá presión, todavía no cuantificable, a su estado y cuantía.

El coordinador del estudio, Olcay Ünver, consideró obvio durante su presentación que el agua se está malgastando y animó a no dar por sentada su disponibilidad en el futuro, en el que para 2050 se espera que haya una población de 9.000 millones de personas y la necesidad de aumentar en un 70 por ciento la producción agrícola.

El texto llama a cooperar a nivel regional, nacional e internacional tras reflejar también que el agua no está confinada a las fronteras políticas y que las consecuencias de su degradación o escasez no se circunscriben a las mismas.

Así por ejemplo, se estima que 148 Estados tienen cuencas internacionales en su territorio y que "unos 2.000 millones de personas dependen de los suministros de aguas subterráneas, que incluyen 273 sistemas acuíferos transfronterizos".

En su llamamiento no excluye de la responsabilidad a los ciudadanos, a los que pide ser más conscientes del impacto de su consumo en la calidad y cantidad de los recursos hídricos, o aumentar la presión ante hechos como que el 80 por ciento de las aguas residuales no se recojan ni traten.

El informe ve fundamental establecer sistemas sostenibles y lo más precisos posibles para la recopilación y difusión de datos, que facilitan las decisiones y mejoran la productividad, y tacha de "sorprendente" lo poco que se conoce por ejemplo sobre cuánta agua extrae y consume la industria.

Su publicación llama también la atención ante prácticas como la deslocalización, por la presión que supone el gasto adicional de agua para uso industrial en países con escasez hídrica, y alerta del impacto económico de la necesidad de extraer o transportar agua cada vez a mayor profundidad o distancia.

No esconde la dificultad de prever las consecuencias del cambio climático o de hacer cuentas precisas sobre el aumento de la población y su distribución espacial, la demanda agrícola o energética, y por eso recalca que gobiernos e instituciones deben emplear sistemas de gestión flexibles.

El texto anima además a mirar la crisis económica como una oportunidad que obliga a tomar medidas que maximicen los beneficios, e incide en que, según Connor, "hasta que no veamos el papel del agua como elemento central en la toma de decisiones, las crisis mundiales van a continuar, y cada vez más rápido".