CHIL.org

Irene Campos

10/06/15

La toxicidad de las mariquitas depende de sus colores

Por eso cuando un animal pequeño tiene colores chillones y la selección natural marcada por la tasa de supervivencia no le ha hecho cambiar, ello significa a menudo que dicha criatura es tóxica, ya sea por resultar incomestible o porque cuenta con la capacidad de inyectar veneno a sus atacantes.

Una nueva investigación, realizada por el equipo de Lina María Arenas, del Centro de Ecología y Conservación adscrito a la Universidad de Exeter en el Reino Unido, corrobora la relación entre toxicidad y colorido chillón en insectos del tipo popularmente conocido con nombres como mariquita, petaca, vaca de San Antón y otros.

En el estudio se ha constatado que, al menos en el caso de las especies de mariquita presentes en el Reino Unido, que han sido las analizadas, cuanto más llamativo y vistoso es el color de la especie de mariquita, menos probable es que esta sea atacada por pájaros. Los depredadores tienden a asumir, como en otros casos, que una presa de colores tan llamativos no puede ser buena para ellos.

Los resultados obtenidos por Arenas y sus colaboradores muestran que el color de las mariquitas no solo revela lo tóxicas que son para los depredadores, sino también que los pájaros entienden estas señales visuales como lo demuestra el hecho de que es menos probable que ataquen a una mariquita cuanto más llamativa sea esta.

Aunque las mariquitas rojas con manchas negras son las más habituales, se trata de un grupo diverso de especies que posee muchos colores y patrones cromáticos diferentes, desde el amarillo y el naranja hasta incluso marrones de camuflaje. La coloración brillante en ciertas especies de mariquita actúa como una señal que advierte a los potenciales depredadores acerca de la amenaza que representan las sustancias pestilentes y venenosas que esas mariquitas utilizan para defenderse.

Los investigadores midieron la toxicidad de las mariquitas utilizando un ensayo biológico. Los resultados muestran que cinco especies muy comunes tienen cada una niveles distintos de defensa tóxica. Y la pauta con respecto al patrón cromático está clarísima: las especies con los colores que resultan más llamativos y vistosos en relación con la vegetación natural donde suelen vivir, son también las más tóxicas.