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Irene Campos

30/07/14

Tuta absoluta: amenaza en tomate

La polilla del tomate o Tuta absoluta llegó a España, procedente de Sudamérica, en 2006. La plaga hizo entrada por la cuenca mediterránea y se asentó en cultivos de tomate de Castellón. En pocos meses causó daños importantes –en ocasiones de hasta el 100% de la producción- en las costas catalana, levantina y andaluza. En 2008 llegó a Canarias e incluso se encontró, según el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (IFAPA), a 1.500 metros de altura en la provincia de Granada.

Sirva esta introducción para dejar constancia de la capacidad reproductiva y la voracidad de esta plaga, estudiada hasta la saciedad y culpable de preocupaciones entre los productores españoles de tomate a partes iguales. Su principal objetivo es esa hortaliza, al aire libre o bajo cubierta, aunque también puede llegar a atacar pepinos, berenjenas, patatas y otras plantas solanáceas.

Qué es la Tuta

Estamos ante una polilla minadora, lepidóptero de la familia Gelechiidae, que presenta cuatro estadios de desarrollo: huevo, larva, pupa y adulto. Una sola hembra puede llegar a poner entre 150 y 200 huevos en las hojas o frutos verdes. Del huevo emerge la larva, que atraviesa a su vez por otros cuatro sub-estadios. Tras el último, la Tuta se convierte en pupa y, de ella, surge el adulto, que sobrevive unos 6 o 7 días en caso del macho, y 10 o 15 días si es una hembra.

La Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, a través del IFAPA, es una de las instituciones que ha pergeñado más profundas investigaciones sobre esta plaga. Científicos del centro señalan que estamos ante un insecto muy condicionado por las temperaturas y que, “en condiciones óptimas”, puede presentar diez o doce generaciones por año.

El peligro de la Tuta comienza con su vuelo en fase adulta. La dispersión de la plaga tiene lugar en las horas crepusculares –mañana y tarde-noche-. La pupa puede desarrollarse en el suelo, descendiendo gracias a hilos de seda, o en los repliegues de las hojas, enfundándose en un capullo de color blanco.

En cuanto a los daños, el lepidóptero suele atacar con más virulencia en primavera y verano en cultivos al aire libre. Según el IFAPA, la Tuta “solo se alimenta del mesófilo de las hojas, que terminan por secarse”. Las galerías que crea sobre la planta presentan al ojo humano un color blanquecino, que no deben confundirse con las del minador Liriomyza. Los racimos florales, los tallos y los frutos también reciben su “visita”. Estos últimos se deforman debido a las galerías, llegando a dejarlos inservibles y mermar las ventas.

Estrategias de lucha

Un buen plan de lucha para intentar reducir la incidencia de la plaga consistiría en integrar distintas estrategias, puesto que abordarlas por separado no suele proporcionar los resultados esperados. Así lo defienden expertos como la doctora María del Mar Téllez, del Área de Protección de Cultivos del Centro IFAPA La Mojonera. Junto con otros científicos del organismo, emprendió en 2010 un proyecto bajo el nombre ‘Control integrado de Tuta absoluta en cultivo de tomate de invernadero’, basado en un estudio de dinámica de poblaciones del lepidóptero en Almería mediante monitoreo con feromonas de atracción sexual, el análisis de la gestión de residuos (según el equipo de Téllez, “La disponibilidad de material vegetal es uno de los factores que más va influir en el desarrollo y dispersión de las poblaciones de Tuta absoluta” en cultivos bajo abrigo), el estudio sobre el rango de especies silvestres hospedantes y la puesta en marcha de diversos métodos de control.

Los resultados del proyecto confirmaron la etapa que va de marzo a julio como la más peligrosa en cuanto a la incidencia de la plaga, y los restos vegetales como el factor más importante en el aumento y dispersión de las poblaciones del lepidóptero. También se demostró que, gestionando adecuadamente los residuos vegetales –cerrándolos herméticamente durante tres semanas-, puede reducirse la dispersión de la Tuta.