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María Martín

20/07/15

Una semilla de tomate de tres millones de euros

Entre la década de los 60 y el año 2000 el aumento de la productividad ha sido espectacular en todos los cultivos, como en los cereales, con incrementos del 200%; en la patata, con el 80%; o en el tomate, con crecimientos de hasta el 1.000%. Alrededor del 40% de este desarrollo productivo corresponde a la mejora de las variedades vegetales. Pero hay que tener en cuenta que introducir una variedad nueva de tomate en el mercado cuesta hasta tres millones de euros.

Anove es la entidad que agrupa a los obtentores vegetales a nivel nacional, responsables de la puesta en el mercado de más del 95% de las variedades de semillas utilizadas en los principales cultivos del campo andaluz. Su secretario general, Antonio Villarroel, destaca que «el desarrollo de nuevas variedades sólo es posible con una inversión continua en los programas de investigación, por lo que el 20% de la cifra de negocio de la industria de semilla se reinvierte en I+D».

En su opinión todos los los cultivos están en estudio, «aunque el desarrollo de programas concretos depende del valor comercial que tenga cada planta. La mejora genética está repartida a partes iguales entre el sector público y el privado, pero los objetivos varían en cada caso. La investigación privada se centra en cultivos más rentables y en países desarrollados, mientras que la mejora pública atiende a fines de interés general a los que el sector privado no llega».

Interesa saber cuánto tiempo lleva el poner una nueva variedad en el mercado. Y señala al respecto que «hay muchas diferencias de unos cultivos a otros. La mejora genética ha pasado de ser una actividad casi artesanal, donde los agricultores se encargaban de seleccionar las plantas buscando las más aptas, a un proceso científico, por las muchas herramientas de biotecnología que se han introducido para ayudar en este proceso. Ahora con la secuenciación genética de las plantas vamos entendiendo cada vez mejor qué genes son responsables de las características que cada productor necesita. Como término medio, una nueva semilla precisa entre 10 y 12 años de trabajo, y hay que hacer del orden de unos 15.000 cruces para obtener una variedad que funciona comercialmente.

Y el coste puede ser importante. «También depende», afirma. «hay cultivos muy técnicos en los que el precio se dispara, como pueden ser las hortícolas, pues introducir una variedad nueva de tomate en el mercado cuesta hasta tres millones de euros. Pero también hay variedades más asequibles, como la de un frutal, que no llega al millón de euros. En términos generales, que una nueva semilla llegue al mercado oscila entre 1,5 a 2 millones de euros.

—Hacia dónde va la investigación en nuevas variedades?

—La variedad ideal tiene que atender a los requerimientos de toda la cadena. Por un lado, tiene que ser buena para el productor, que quiere que esté adaptada a sus condiciones. Así, si está en una zona con problemas de agua precisa que sea resistente a la sequía, al calor, y también que sea productiva. Ejemplos de éxito en Andalucía hay muchos, pues gracias a la mejora se ha logrado adaptar a las condiciones de la comunidad un producto típicamente del norte como son los berries, es decir, las fresas, las frambuesas y sobre todo los arándanos, que genéticamente se han adaptado al sur con nuevas variedades que no necesitan frío. El segundo requerimiento que los productos tengan vida comercial, que aguanten bien el transporte y que sean atractivos a la vista, pues el consumidor compra por los ojos. Por último, un requerimiento que cada vez tiene más peso en los programas de mejora, el consumidor, que quiere productos saludables con un precio determinado. Y no es fácil atender a las tres partes de la cadena.